31.7.09

Fenn O'Berg




Lo prometido es deuda. Dos años después de la anécdota (de importancia histórica, por ser modestos) descrita abajo, trabajar con el Powerbook era ya algo corriente. Todos los músicos inquietos tenían ya más que dominado el programa Supercollider (o Max/MSP o Pure Data, aunque en menor medida) y en ciudades como Berlín, Tokyo o Nueva York (no muchas más por aquel entonces) los músicos ya sabían lo que era reunirse en un mismo espacio y hacer música intercambiando y manipulando fuentes de sonido muy diversas pero siempre en RAM o HD, de forma absolutamente digital.

El primer súper-grupo en nacer con esta concepción fue Fenn O’Berg, la reunión de Pita (Peter Rehberg), Chistian Fennesz y Jim O’Rourke, los dos primeros de Viena y el último el entonces niño prodigio de Chicago. La idea era relativamente simple: juntarse con los powerbooks cargados de samples o de patches (parches) de generación sonora e ir soltando sonidos en respuesta, apoyo, contraste o manipulación a lo que los otros hacían.

Así nació The Magic Sound Of Fenn O’Berg (1999). El disco entra de lleno en lo que entonces se llamaba clicks and cuts o glitch music y se encontraba lógicamente mediatizado por el tipo de software utilizado, entre cuyas características más llamativas se encontraba la posibilidad de pasar de sub-programa a sub-programa sin solución de continuidad. Esto provocaba que las secuencias de sonidos aparecieran y desparecieran sin más, generando un tipo de progresión que nada o muy poco tenía que ver con prácticas anteriores.

El resultado final podía resultar algo descoyuntado y de una lógica a veces complicada de seguir, pero la frescura de The Magic Sound Of…, la evidencia de que allí se estaba improvisando de una manera nueva y la excitación del momento dotaban al disco de un sentido casi trascendente. Y trascendente fue: a partir de aquí este modus operandi se disparó y perdura hasta nuestros días. ¡Incluso se formó una Laptop Orchestra en la que participaba nuestro paisano Francisco López!

Aparte de su valor histórico, este primer disco se muestra hoy como una joya a medio pulir. Hay algo de gratuito o de tentativo en la forma que se liberan samples de orígenes muy variados y en gran medida esta es parte de su fuerza. No se tiene la impresión de estar consumiendo un producto, sino de asistir a un proceso, de estar siguiendo una senda recién abierta por estos pioneros.

Unos años más tarde, el trío regresó con, ejem, The Return Of Fenn O’Berg (2002). A primera vista era más de lo mismo y a segunda también pero con un matiz importante: lo que antes sonaba a prueba además de a improvisación, aquí ya tiene poco de experimento. En apenas dos años, el lenguaje, si no plenamente codificado ya disponía de unos parámetros y unas técnicas sobre los que evolucionar y con los que entenderse. Sorprende menos, seguramente también a sus autores, pero está más “acabado”.

Ambos discos pertenecen ya a la historia de la música digital y aunque solo sea por cultura general es bueno darles una escucha. Lamentablemente Editions Mego no ha llegado a un acuerdo con Spotify. Una verdadera lástima, porque ahí es donde conseguiría hacer valer su relevancia.

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