Esto del noise en música comienza a parecerse de manera peligrosa a la performance y al improv (improvisación no-jazzística). El número de practicantes crece de forma exponencial y lo que se nos sirve suele tener demasiadas veces el nivel de una representación de fin de curso en un instituto. Es decir, amateur por el lado chungo, desnudo de casi cualquier interés, torpe cuando no incompetente y muchas descalificaciones más del mismo tenor.
Claro, luego aparece un Orem Ambarchi, un Francisco López o incluso un Karkowski cuando está sobrio y de humor y uno cae en la cuenta de que esto del noise es una música como cualquier otra en tanto no consiste simplemente en encender unos cacharros o lanzar un plug-in para quedarse embobado con la primer sonido curioso que le salga al ruidista en ciernes.
Pienso que hay que dejar las cosas bien claritas: incluso si se acepta el dictum cageano de que para escuchar música solo tenía que abrir la ventana, hacer noise va un poco más allá, entre otras razones porque ventanas tenemos todos y no hace falta que venga alguien a abrirlas por nosotros.
No pienso decir aquello de que para hacer no-música hay que ser muy buen músico (tradicional). No lo creo. Pero si estoy convencido de que un disco o un concierto de noise debe llevar el mismo trabajo o incluso más que una composición al uso. Al fin y al cabo, quienes hacen canciones, temas o sinfonías disponen de unas cuantas convenciones por las que ir guiándose. El artista del noise (la performance, el improv) tiene que desarrollar un lenguaje propio, por mucho que pueda inspirarse en antecedentes. Y la construcción de un lenguaje es algo más complicado que girar botones sin ton ni son.
No estoy solo en esto. La preocupación por este estado de cosas, tan gratuito y autocomplaciente es más general y afecta tanto a aficionados como a profesionales. Preocupados de que el gato pase por liebre y potenciales interesados se vean repelidos.
En tanto en cuanto alguien se presenta en un lugar público y reclama la atención del personal (haya pagado o no), debe ofrecer algo que justifique esa atención. Por lo general, ese algo se basa en una intención, una coherencia, un lenguaje y el trabajo necesario. En un 99,8% de las ocasiones.
3 comments:
Ese pensamiento lo he tenido yo en ocasiones, sí :)
bueno, cage te diría que eso del "lenguaje propio" qué es, exactamente...
yo creo, así mismo, que el mecanismo por el que la voluntad abre o (sobre todo) cierra ciertas ventanas, con las que uno puede comulgar de algú modo, es tan rico, y complejo, que un proceso de atajos técnicos, generalmente no consigue esconder al individuo que no escucha lo que está "tocando"
Bajo "lneguaje propio" me refiero, no tanto a una privatización individualista de la forma de comunicación/expresión, sino algo derivado de la misma práctica. Si estamos más allá de las convenciones y (en principio) todo vale, el lenguaje se crea ex-novo y las claves de dicho lenguaje son, casi por definición, personales aunque transferibles. Otra cosa es que el trabajo sea lo suficientemente abierto como para no necesitar de esas claves para poder ser apreciado e interiorizado.
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