El sábado paraba en la muy ilustre villa de Móstoles (unos 200.000 habitantes de nada) el gira veraniega de Sublime Frequencies, un sello bastante pintoresco dedicado a rescatar todo tipo de músicas improbables, con preferencia hacia lo no-occidental. El lugar de acogida era la terraza del nuevo Centro de Arte 2 de Mayo y los presentes fueron dos grupos muy diferentes en la forma y no tanto en el fondo. Por un lado y proveniente de Siria el gran Omar Souleyman, por otro y lanzando al viento sus ropajes saharauis el Group Doueh, afincado en Dakar (Mauritania).
La ocasión podía haber resultado de un cultureta subido, pero nada de eso. El público se componía de jubilados de la ciudad, inmigrantes que iban desde lo árabe hasta lo hindú, parte de los modernos de Móstoles y un pequeño contingente de militantes de lo alternativo llegados desde la capital. Mejor imposible, la verdad. Sobre todo porque ningún grupo podía imponer un humor determinado en el evento, de manera que todos se atuvieron a recibir la música de forma todo lo espontánea que resulta posible en estos días de espectacularización total y bla bla bla. La espontaneidad derivaba de la música y daba en el bailoteo.
Sobre todo en el caso de Omar Souleyman, vocalista de fiestas y bodas en su tierra natal acompañado por un laúd, un teclista que hacía todo lo demás y un poeta que, en principio, debe irle susurrando nuevos versos al cantante. Hombre, la música festera árabe es bastante conocida y quien más quien menos ha tenido noticia de ella, pero Omar es diferente. Para empezar, las bases rítmicas que sonaron en Móstoles no eran otra cosa que tecno puro y duro, la mayor parte de las veces un 4/4 y a correr. Aparte de eso, y exceptuando el laúd (baglama saz, para ser mas precisos), toda la panoplia de instrumentos usada en el dabke (Tabel, Kanun, Derbabke, Daff, Cistros, Gnawas, Cítaras, Zurna, Buzak, Nay…) salían de las teclas con un parsimonioso virtuosismo que dejaba la boca abierta. El mismo Omar es más un MC que un cantante propiamente dicho, su voz no es nada del otro mundo y, sin embargo logra mantener un flow que para si lo quisieran la mayor parte de nuestros hip-hoppers. Resumiento: bastante brutal y con buena parte del mezclado público dando botes y quien no podía por la cosa de artrosis, dando palmas encantados.
Frente a esta avalancha y rareza el Group Doueh lo tenía difícil. Su apuesta es mucho más convencional y además aquello sonaba bastante peor. No es que estuvieran mal, pero estos si que podrían haber sido incluidos en un festival de World Music sin mayores problemas mientras el bueno de Souleyman habría provocado infartos entre los jipiosos buenrollistas que suelen ir a esas cosas. Al menos, daba gusto contemplar tanta elegancia indumentaria. Y todo esto en Móstoles. Periferia rules!
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