Philip Jeck
Sand



Touch

Contemplar a Philip Jeck puede incluso reivindicar la noción de concierto tradicional. En teatro italiano, con su escenario y demás. Que ese efecto lo produzca alguien que hace mucho abandonó cualquier instrumento tradicional y trabaja básicamente con pick-ups y discos tiñosos, no deja de resultar paradójico, pero tiene su sentido: un concierto de Jeck, en el que pueden reunirse hasta cincuenta o más tocadiscos, es una performance mucho más movida que cincuenta profesor@s sentados y vestidos de negro.
Por su parte, los discos de Jeck siempre han tendido a primar el proceso, incluso aunque esa no fuera su intención. Eran y son interesantísimos y yo mismo los he utilizado en mezclas extrañas, pero, por decirlo de alguna forma, resultaban casi más gratificantes en lo intelectual que en lo emotivo (si aceptamos una cierta diferencia entre esos términos).
Por suerte, Send funciona en todos los aspectos. Jeck y sus discos maltratados van creando un ambiente dotado de cierta estructura y en el que un espíritu predispuesto puede incluso descubrir ramalazos de lirismo. Hombre, no es que sea exactamente música para lavar los cacharros y sigue requiriendo cierta entrega, pero es posible hilvanar una narrativa. Por otra parte, no se han perdido las sorpresas que crean ciertas yuxtaposiciones ni las texturas que emanan de material muy analógico baqueteado por el tiempo. Es Philip Jeck, pero más cerca de lo sensible.