18.7.11

¿Por qué no bello?

Hace unos días, en la anual exposición Inéditos de tres comisarios más o menos nveles que tiene lugar en La Casa Encendida de Madrid, tropecé con Pedro Portellano, que ha comisariado “Después del silencio” y Guillermo Paneque, artista y agitador desde finales de los 80. Pedro le estaba explicando a Guillermo, con aire de cierta preocupación, que la sala le había quedado “casi demasiado bonita”. La pregunta es ¿por qué el arte contemporáneo no puede ser bonito?

A lo largo de la historia y cabe pensar que de la prehistoria, los humanos hemos considerado la belleza como un atributo positivo. Ha habido diferencias enormes y grandes discusiones sobre la idea de esa belleza a través del tiempo y de las culturas, pero lo bello estaba muy bien considerado.

Sin embargo y partir quizás de los realistas del XIX, con Courbet a la cabeza, la idea de belleza pasó lentamente a ser casi anatemizada. No solo ella. Palabras como divertido, entretenido, emocionante, dramático, curioso, misterioso, agradable o espectacular, usadas de forma cotidiana por el común de los mortales, han desaparecido de cualquier discusión artística que se precie. Las palabras correctas, desde hace ya más de medio siglo, vienen siendo inteligente o potente, aunque en realidad bastaría con una: interesante (conceptualmente interesante, esto es).

En realidad, se trata de una hiper-reacción al idealismo de la segunda mitad del siglo XIX, muy directamente ligado al imperialismo que exigía una imagen casi paradisiaca tanto de las colonias como de una metrópolis donde, al mismo tiempo, se estaba produciendo la llamada revolución industrial. Una época especialmente bárbara de la humanidad.

Sin embargo, el arte clásico no tenía por qué ser bello, ni dejar de serlo. Dependía del sujeto, de la intención. El mismo Laocoonte es maravilloso, pero resultaría algo peculiar llamar bello a ese sufrimiento. Seguramente los grifos románicos y góticos tampoco pasaban por bellos, como tampoco el Desollamiento de Marsías de Tiziano. Así podríamos seguir hasta Goya o Gericualt… Se suponía que el ingenio humano era capaz de generar todo tipo de sentimientos/sensaciones, aunque, evidentemente, el Poder siempre haya preferido un arte pulido que representara simbólicamente lo justo y provechoso de su sistema.

Desde mi punto de vista, todas esas expresiones desterradas de la discusión artística son simples puertas de entrada a terrenos polísémicos que pueden llegar a ser todo lo complejos e interesantes que los artistas consideren necesario y sean capaces de desarrollar. Habrá quien se quede en lo puramente retiniano, habrá quien solo sienta determinado placer o se sienta conmovido. Y habrá quienes atraviesen diversas capas de significado integrando ese viaje intelectual, pero también emocional y sensible en su experiencia vital.

Cerrar puertas es lo que han venido haciendo muchas artes desde al menos Adorno quien, con todas sus aportaciones, nunca supo desligarse de un concepto elitista de la cultura que floreció en ese siglo XIX. Y ahora hemos llegado a un punto donde de la torre de pórfido de puertas cerradas comienza a entenderse como un gasto superfluo en esta era de capitalismo especulativo salvaje. Tal y como estamos, o se abren las puertas o la misma torre se vendrá abajo.


1 comment:

Nieves said...

Duchamp, Picasso, los ismos.... lo bello cayó en desgracia. Un siglo ha pasado ya, desde que en 1907 se nos mostró a las señoritas de Avignon y la burguesía bienpensante quedó espantada... la ironía de papá Duchamp y su rostro todo enjabonado sobre una ruleta nos encandiló a todos ... difícil va a ser reencontrarnos nuevamente con "lo bello" aunque algún destello individual sí que ha habido en ese siglo.. (Cy Twombly...)