La ministra y Teddy

La ministra de Cultura comparece ante el congreso para repetirnos algo sobre la presunción de inocencia y explicar que los controles sobre la SGAE, no solo son adecuados, sino admirables. Sería de lo más sorprendente que diga (haya dicho) otra cosa.

¿Podemos preguntarnos si encarará alguna de las siguientes cuestiones?

¿Tiene el estado potestad para intervenir en una sociedad en la que solo vota el 8% de sus socios?

¿Cómo no se aprovechó la introducción del Canon digital para que el Estado entrara a formar parte de la SGAE, entidad recaudadora y administradora?

¿Por qué el ministerio considera suficientes auditorías rutinarias en un entidad buena parte de cuya recaudación se distribuye en la más absoluta opacidad?

¿Por qué el ministerio ha venido haciendo caso omiso ante las infinitas denuncias emanadas desde todo tipo de medios públicos (blogs incluidos) con todo tipo de datos escandalosos?

¿Por qué el ministerio se ha dejado asesorar básicamente por una entidad como la SGAE, despreciando cualquier otra aportación que no viniera de la industria de la cultura?

La ministra, claro, no es la única mala de esta película. Todos los políticos, casi sin excepción han bailado al son que les marcaban Eduardo Bautista y sus homólogos de las otras industrias culturales. Pero la ministra es ministra hoy, y no puede escurrir el bulto. Se haría un gran favor a sí misma y a todos los ciudadanos.